Cuento de ciencia ficción en el que un hombre llega a una ciudad desierta para hacerse amigo de un doctor que vive recluido en un futuro postapocalíptico. Luc Besson no es capaz de llevar el experimento de la total ausencia de diálogos, la fotografía blanco negro y la trama mínima elíptica más allá del juguete audiovisual. Es como un niño que se regocija con su creación. Lo más atractivo del film es la forma como se las ingenia para contar la historia sólo con imágenes, aunque todo se resume con un pequeño chiste sobre la ausencia de mujeres.