Cuento de terror en el que un joven se muda a la cabaña de su tío fallecido y se le aparece una mujer del lago en Canadá. El film es una agradable sorpresa que supera las limitaciones del presupuesto gracias a la inventiva visual y el planteo directo de la historia. La película logra construir una extraña atmósfera por el aislamiento de los personajes en la naturaleza, por los pequeños detalles en la escena que el protagonista revisa las fotos de su tío y por la revisión que hace del mito medieval de los caballeros del Rey Arturo. Pese a que los actores no logran sostener del todo a sus personajes, los efectos especiales no pasan de la modestia y las intenciones está muy por encima de los recursos disponibles, el film por momentos logra fascinar (los colores vivos de la fotografía, las escenas filmadas bajo el agua, la belleza de las imágenes en el lago). La constante búsqueda poética del estilo visual de Devereaux tiene reminiscencias del primer Raimi. La carga erótica y sexual del relato no está para nada disimulada. Y el enigmático rostro de Tennyson Loeh hace imposible descifrar la edad de la mujer del lago. Devereaux puede tener futuro en el género de terror. La resolución, pese a que podía optar por la melancolía o la distancia, abraza de lleno las tinieblas en una fuga hacia lo desconocido. A veces cuesta encontrarlas, pero todavía hay películas que no temen a la fantasía.