Drama en el que una pareja de cirqueros encuentra una niña de dos años en un parque de los suburbios de Roma. Las asociaciones más obvias con el neorrealismo (la Roma, los marginados) o el cine de los hermanos Dardenne (las técnicas semi documentales, los travellings a espaldas) no son del todo atinadas porque camuflan la modestia de la propuesta. En la película el concepto de tiempo no está desarrollado y hay poco o nulo suspenso en el relato. La simpatía que generan los actores no profesionales, las capturas espontáneas de la niña y el despojo de la puesta en escena acercan la propuesta al realismo condescendiente publicitario contemporáneo (Carlos Sorín en estas latitudes). Claro que hay lugar para la descripción desoladora de las calles, los policías que sólo vienen a pedir documentos, las clases de historia con un vecino de catorce años y el final que nos recuerda el factor humano. Antes de seguir tomando odio tal vez no haya que despreciar el origen documental de la pareja austro italiana de directores (en su tercer film juntos) y el intento de desmarcarse del penoso estado actual del cine italiano. Tan magro es el momento del cine europeo en general que el único resquicio de dignidad sólo llega de los imitadores de los estilos consagrados por la modernidad.