Drama en el que dos chicas del interior son llevadas engañadas para prostituirse en Buenos Aires. Luego de Taxi, un encuentro (2001), Gabriela David vuelve a la dirección con un film de denuncia social, impecable factura técnica y cierto anclaje en el cine de género. Pero la crudeza del tema no es acorde con el rigor de su tratamiento. La película tiene méritos incuestionables (el respeto al punto de vista de las chicas, la ambientación en el departamento/burdel, la actuación de María Laura Caccamo en un papel difícil) que la acercan al terreno del cuento de terror realista. Pero otras decisiones menos afortunadas (el personaje de Luis Machín que visita el burdel, la ausencia de sexo, la resolución complaciente) limitan el alcance de la propuesta. El film insinúa por momentos el horror sin función deíctica de Pasolini en Salò (1975), pero semejante empresa le queda demasiado grande. Opta sin embargo por la condescendencia emocional (dos amigas ante la adversidad), una metáfora contraproducente (la mosca que revive en las cenizas) y una escena de fuga muy poco inspirada (carece de nervio y tensión). Ejemplos de buenas ideas no llevadas hasta las últimas consecuencias sobran en el cine argentino.