Cuento de ciencia ficción en el que a hombre le insertan una cámara en el cerebro para que grabe (para un programa de televisión) la enfermedad terminal de una mujer en Glasgow en un fututo cercano. El film demuestra que la ciencia ficción no necesita impresionantes efectos especiales, sino inteligentes propuestas. Además de ser una reflexión sobre los avances de los medios de comunicación y de mostrar la cruda realidad de una sociedad dividida, la película es un alucinante viaje emocional ante la muerte, el odio y el amor.