Historia de amor con toques fantásticos de un fotógrafo y una actriz en la que ella se le aparece después de suicidarse en Paris. Luego del reconocimiento de Les amants réguliers (2005), Garrel continúa con sus temas de siempre, el amor y la separación. Pero le agrega una textura fantástica a su habitual fotografía en blanco y negro, a su romanticismo furioso y a su fatalismo desesperado que transforman la experiencia casi en un cuento de terror. Si el film fuera americano, británico o japonés, las apariciones del fantasma no harían ruido, pero es como francés, hacen un poco de ruido y por eso corre un riesgo inmenso. Sin embargo la interioridad del relato, con la sensación claustrofóbica, las calles desoladas y la constante vulnerabilidad, crea una atmósfera lúgubre. Igualmente hay lugar para la brillantez de unos diálogos que perfilan a los personajes: la definición del amor como limpiaparabrisas, las heridas del pasado con referencias al holocausto y el miedo a la “felicidad burguesa”. Garrel expande su universo y lejos de conformarse incursiona en el cine fantástico.