Fábula fantástica en la que la hija de un mercader queda recluida en la casa de una bestia en medio del bosque en el siglo XVII. A partir de unos diálogos que extrañamente funcionan por su inocencia, un pulso narrativo imperfecto y desbalanceado, la utilización del ralentí, las estatuas humanas, las manos en los candelabros y la simpleza y violencia de los efectos especiales, Cocteau hace tal vez la versión más bella del cuento de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont.