Cuento de terror en el que un joven que debe entregar una carta encuentra a una chica herida en la carretera y la lleva a un castillo en Francia. Luego de varias películas un poco fallidas, Alain Robbe-Grillet por fin logra ensamblar la experimentación narrativa del tiempo con las coordenadas del género clase B (terror, vampirismo) y la influencia de la pintura surrealista (René Magritte). La natural filiación con la escuela francesa del cinéma fantastique (Louis Feuillade, Georges Franju) se combina el manierismo visual propio de la década de 1980 para dar como resultado una película original, poética, perturbadora.