Segunda parte de Kill Bill: Vol. 1 (2003) en la que la Novia continúa su venganza a la caza de las tres últimas víctimas en la frontera de los Estados Unidos y México. La secuela va por otros caminos. Hay menos violencia y menos secuencias de acción, más diálogos y más desarrollo de personajes. Se extraña el uso de las canciones de la primera parte o los anteriores trabajos de Quentin Tarantino. La película es muy despareja. Hay capítulos que sólo llenan espacio (como el flashback del ensayo de la boda resuelto con la violencia en off visual o la vida del personaje de Michael Madsen trabajando en un bar de nudistas) y otros mucho más atractivos que quedan suprimidos u olvidados (el maestro de Kung Fu en China o la pelea con Daryl Hannah en una casilla rodante). Y el último capítulo, con el enfrentamiento con Bill resuelto con una larga charla, puede defraudar ciertas expectativas. Lo que sí queda es la sublime belleza de Uma Thurman que, mientras más golpeada y ensangrentada, más bella es aún, y el plano del disparo a la cara de Michel Madsen con el que Tarantino intenta hacer lo mismo que Sam Peckinpah en Pat Garrett and Billy the Kid (1973). Sin embargo da la impresión de que Tarantino confía demasiado en la mitología de los personajes que creó en la primera parte, que se quedó sin grandes canciones que poner (el score de Robert Rodríguez está bien, pero no es lo mismo) y que quiso hacer una película más contenida porque no le quedaba otra alternativa. En cierto sentido lo consigue.