Tercera parte de Ju-on (2000) en la que una asistente social va a la casa encantada en Tokyo. Al prescindir de la sangre, de los asesinatos y de los sustos fáciles, Shimizu se permite ir y volver de la normalidad al escalofrío con asombrosa facilidad. A partir de una estructura narrativa que va hacia adelante y atrás en el tiempo y de una división de capítulos que presenta nuevos personajes en la misma situación, el film construye una espesa atmósfera de suspense, terror y misterio. Aunque algunos episodios (la aparición de los policías, la historia de las tres colegialas) terminan cortando el ritmo en el momento más álgido, el film es una demostración que el terror no necesita de una renovación en el plano argumental, sino de una puesta en escena que trabaje los encuadres de los personajes (nunca enteros), la atención a los detalles (movimientos en el fondo), un montaje no efectista que juegue con los puntos de vista (víctima y amenaza) y los cortes que afecten la percepción espacio temporal. Porque en definitiva, el terror y el miedo son sólo estados mentales. Las imágenes de este film no hacen más que expresar la incapacidad para entender todo fenómeno que no pueda ser explicado. La saga Ju-on tal vez no tenga la repercusión de la serie Ringu, aunque probablemente su prolongación americana se la dé.