Cuarta parte de de Ju-on (2000) en la que una actriz embarazada graba un programa de televisión en la casa de la maldición en Tokyo. Si bien el film mantiene la corrección formal, en este capítulo se empieza a notar el desgaste del concepto de la serie. El principal problema de la saga (como resultado de la estructura narrativa episódica) es la nula identificación con los personajes. Logra momentos realmente aterradores, pero no la catarsis en el espectador. Aun en este capítulo, que tiene una protagonista más definida, el problema se repite. No está de más insistir en las virtudes del trabajo de Takashi Shimizu en cuanto a la milimétrica composición del plano, el timing particularísimo del montaje, los detalles de la puesta en escena en el decorado y la utilización de los sonidos y la banda sonora. Cada vez más depurados. Sin duda que el fantasma, con, la cara blanca, el pelo negro, sus problemas en las articulaciones y los indescriptibles sonidos guturales, es una figura aterradora por sí misma. En algún momento la película podría pensarse como una variante de terror del cine dentro del cine, pero la idea se olvida rápidamente. La resolución deja abierta la puerta para un nuevo fantasma en las próximas secuelas. Es una lástima que Shimizu no se canse de hacer la misma película porque uno sospecha que talento tiene para hacer otras cosas.