Drama en el que una viuda que vive con su hijo adolescente se prostituye por las tardes en su casa en Bruselas. A partir de una minuciosa descripción de los quehaceres cotidianos, planos fijos que construyen ángulos de 90 grados y más de tres horas de duración que cubren tres días, Akerman desglosa el tiempo y el espacio en pequeñas unidades. La irrupción del placer lleva a la violencia y la toma de conciencia deja un vacío. La estructura no da lugar a fisuras.