Drama en el que un agente cinematográfico muere de cáncer en Los Angeles. Luego de la mala experiencia que significó Anna Karenina (1997), Rose vuelve a intentarlo con Tolstoi y logra uno de sus mejores films. El traslado de la ambientación y el cambio de perfil del protagonista no afectan en lo más mínimo el sentido original de la novela. Ivan sigue siendo un hombre corriente, banal (pese a que en este caso se codee con las estrellas de Hollywood, se llene el cuerpo de drogas y tenga sexo con prostitutas) y su padecimiento surge de que no encuentra ninguna imagen de su vida para llevarse ante la inminencia de la muerte. De hecho el film arranca igual al relato original con la repercusiones de su muerte en sus compañeros de trabajo y la escena del funeral (que ponen de manifiesto mezquindades humanas de todo tipo) para luego narrar la historia del protagonista. Rose se aplica como director americano realista (ahora con cámaras de video flexibles), busca la identificación con su personaje, recurre a música clásica en la banda sonora y saca excelentes actuaciones de todo su reparto. Hay una constante sensación de urgencia y de inmediatez en los últimos días del protagonista y un gran uso de las luces parpadeantes durante la escena de la fiesta en una habitación de hotel. Hay que destacar también la presencia de Peter Weller, en uno de esos papeles que Hollywood siempre le negó luego de haber interpretado a RoboCop (1987).