Comedia de misterio en la que un detective investiga la muerte de un hombre que dejó una cuantiosa herencia a sus familiares en Michigan. A los 18 años Sam Raimi se atreve a filmar un largometraje con una cámara de Super 8 y sus familiares y amigos como actores. Ya muestra su gusto por el slapstick y la irreverencia. Si la película previsiblemente se le va de las manos en la larga persecución en auto que se extiende por buena parte del final y en el hecho de que los personajes aparecen y desaparecen de la trama sin mucho motivo, el resultado es igualmente estimulante.