Thriller de violación y revancha en el que el novio de una mujer violada sale a buscar al culpable durante una noche en Paris. Noé combina dos recursos casi experimentales: el film está narrado completamente de atrás para adelante y sólo utiliza once planos secuencias. De esta forma el film se convierte en una experiencia hipnótica y fascinante y le el cuento de violación y revancha adquiere otro significado. Relativizando dos fuerzas, el prodigio técnico y la virulencia de las imágenes, lo que queda en estado puro es la suspensión del relato, la dimensión afectiva y la reflexión filosófica sobre el tiempo. Sin moralismos de ningún tipo, ni explicaciones psicologistas fáciles o hacer sociología de la violencia, Noé busca otra forma de entender la causa / consecuencia, la relación del tiempo y el espacio y la belleza (o fluir) del horror. Hay que destacar algunos de los planos secuencias: el tercero, la búsqueda del violador en un demencial antro de carácter abstracto; el octavo, la violación y único plano fijo, cuya duración supera los límites de la tolerancia; y el noveno, la fiesta en el departamento con la impresionante movilidad de la cámara. En el fondo, lo que el film ofrece es un oscuro comentario sobre los tiempos modernos, la condición humana y la naturaleza destructiva de las cosas. Una de las razones por las que estamos en constante movimiento es porque si nos quedamos quietos nos pasa lo que ocurre en el octavo plano secuencia. La película es una apuesta valiente y radical que confirma a Noé como uno de los pocos auténticos provocadores del cine de la década de 2000.