Drama en el que un herrero judío va a Berlin y trabaja como forzudo en un teatro de lo oculto durante el surgimiento del nazismo. La vuelta de Herzog a la ficción luego de diez años indaga algunos temas pendientes en su filmografía. Pero no puede ser más que una decepción. Que polacos y alemanes hablen en inglés, una puesta en escena bastante chata y convencional y unos personajes demasiado unidimensionales son concesiones que el viejo Herzog no hubiera aceptado. La forma que tiene de acercarse al material, con la luminosidad de un cuento de hadas, los claroscuros de una comedia grotesca y el melodrama de la tragedia por venir, nunca termina de perfilarse definitivamente. En el camino quedan la magnética interpretación de Tim Roth como maestro de lo oculto y algunas imágenes inolvidables (el sueño con miles de cangrejos rojos en las vías o las medusas blancas en el acuario). Pero hay poco del misterio, trance, pureza y poder de las imágenes y de las historias de antaño. Tal vez no se le puede pedir mucho a un film que tiene como protagonista a un fisicoculturista finlandés. O la reconstrucción de época no sea lo de Herzog, sino la naturaleza. Herzog se suma a la lista de directores faro que aún en actividad no pueden superar su leyenda.