Comedia romántica en la que un abogado especialista en divorcios se enamora de una caza hombres que sólo busca robar fortunas en Los Angeles. Estábamos avisados que iba a ser la peor película de los Coen. Por primera vez trabajan con un productor de peso y con una historia que no es propia, el trailer era superfluo. El resultado cumple con las expectativas. Están ausentes muchas de sus preocupaciones y de sus constantes: la reformulación genérica irónica, la determinación del espacio y el tiempo en las acciones de los personajes, el esplendor y la experimentación con la fotografía y el color, la suspensión del tempo narrativo en alguna mini secuencia. Lo único destacable son los chispeantes diálogos que recuerdan a la screwball comedy y algún que otro gag con el sello de los Coen (el terrorífico anciano dueño de una firma de abogados, el humor negro del suicidio accidental y el prólogo que utiliza el off visual como elemento humorístico). Algunas líneas de los diálogos pueden reflejar la actual situación de los Coen en la que cumplieron todas sus expectativas (público, crítica, Oscar, palma de Oro) manteniendo cierta independencia relativa. Pero esta vez la jugarreta esta vez no les salió bien si la intención era consolidarse en la industria, ampliar su repertorio o simplemente hacer dinero. Y les puede costar caro.