Cuento de ciencia ficción en el que los humanos dejan de envejecer a los veinticinco años, pero deben comprar tiempo para seguir viviendo en un futuro cercano. Andrew Niccol vuelve a la ciencia ficción después de Gattaca (1997). Más allá de una trama repleta de agujeros, hace otro fascinante ejercicio de estilo. Con elementos de fábula, pareja en fuga y comic, la película puede disfrutarse como lo que es: un entretenimiento de clase b. Tiene elementos pretenciosos como el tema de la obsesión por la juventud, el tiempo convertido en dinero y la sociedad capitalista llevada al extremo, pero la película no es más que un juego de fuga y persecución que logra sostenerse en la caracterización del trío protagonista: Justin Timberlake le queda bien el disfraz de héroe, el look de Amanda Seyfried recuerda a Anna Karina y Cillian Murphy como un agente gubernamental a sueldo. La estética de comic de la década de 1960 remite a los policiales de Godard con Modesty Blaise (1966) y Diabolik (1968) de fondo. Niccol todavía no puede acceder al status de autor de culto. A veces las pretensiones discursivas están muy lujos de los resultados en pantalla.