Historia de amor de un periodista y una secretaria que son vecinos y descubren que sus conyugues les son infieles en Hong Kong en 1962. El absoluto dominio de Wong Kar-wai de lo formal y lo narrativo, de la realidad y la apariencia, llega con este film a la culminación de una búsqueda. El film potencia algunos recursos (la cámara lenta, la elegancia del vestuario, el leitmotiv musical, los colores de los decorados) de manera tal que la repetición nunca es vacía o igual. La narración se vuelve transparente al borrar las elipsis, al mimetizarse con los personajes y al eliminar la fragmentación, hasta tal punto que Wong Kar-wai se convierte en el cineasta del instante. Lo llamativo es que entre tanta sofisticación y sobrecarga puede sostener la fuerza afectiva de la historia de amor en brillantes momentos como cuando simulan cómo fue el acercamiento de sus esposos, él admite que son iguales, le propone escribir juntos o la despedida final en la vereda. El contrapunto musical del leitmotiv de Shigeru Umebayashi de progresiva melancolía (que recorre el descubrimiento, el dolor y la decepción) y los boleros en español de Nat King Cole (que pone en palabras lo que las imágenes y los cuerpos no pueden) resulta magistral. Wong Kar-wai alcanza la cumbre de su cine como el más audaz y consciente revisionista del melodrama. Difícil de superar.