Psycho thriller en el que una mujer sufre unas pesadillas que se vuelven real en las que un asesino secuestra a su hija en Massachusetts. La película funciona hasta el segundo acto por la acertada descripción de los sucesos inexplicables y por la valentía para poner en imágenes el sufrimiento de una mujer que pierde a su familia, intenta suicidarse y es internada en una clínica psiquiátrica. Pero después, los últimos 30 minutos están resueltos con un apuro y un desinterés que son una clara señal de los problemas de Neil Jordan con el estudio y del retraso en el estreno de la película. Allí pierde toda la ambigüedad que podría emparentarlo con uno de los mejores films de terror de la década de 1990, Candyman (1992). Desaprovecha el planteo serio al convertir a la protagonista en una heroína de acción. Para culminar con un vomitivo encuentro celestial bajo el agua y un susto en el epílogo como Carrie (1976). Jordan muestra su habilidad para el uso los montajes paralelos (cuando la protagonista pierde a su hija en la escuela, a su esposo en el hotel o cuando se escapa), la inclusión de unos sueños cortos y concisos (no estamos en el terreno de Freddy Krueger), la utilización de algunos elementos recurrentes (el agua, las manzanas, las canciones de cuna) y aprovechar los tonos grises de la fotografía y el piano de la banda Sonora. In dreams es una experiencia fallida, aunque se le pueden rescatar algunos méritos.