Cuento de ciencia ficción en el que una mujer es diseñada para la satisfacción sexual virtual a mediados del siglo XXI. La película va en contra de los esquemas habituales del cine erótico: la fotografía, el montaje y el diseño de producción inhibe la contemplación de los cuerpos (además del molesto pixelado de la censura japonesa). Pero también del cine porno (los actores no posan para la cámara) y la ciencia ficción distópica (parece venir del futuro para dar una mirada al presente, no al revés). Además de ser un ejercicio estilístico extremo, la ausencia de argumento, los desconcertantes intertítulos, sus extrañas angulaciones e híperquinéticos movimientos de cámara y delirantes efectos especiales, el punto de partida recuerda a Blade Runner (1982). Pero por más descabellado que suene I.K.U. está más cerca de Bresson que de Cronenberg en el trabajo con los actores que propone la directora taiwanesa Shue-lea Cheang. Parece mentira que la misma sociedad que acepta sexólogos o programas de televisión sobre el tema, al mismo tiempo resista propuestas como esta que tratan de mostrar algo más en búsqueda de una nueva sexualidad.