Comedia absurda y surreal en la que un joven contrata a una pareja de “detectives existencialistas” para resolver una extraña coincidencia en Los Angeles. Russell se suma a cierta comedia excéntrica contemporánea (Wes Anderson, Spike Jonze, Paul T. Anderson), luego de su excursión bélica en Irak con Three Kings (1999). Lo hace sin creerse demasiado los temas, los personajes o las situaciones de su film. El resultado es desparejo. Pese a algunos gags brillantes, domina una sensación de vacío. Es que el contraste de personajes y de estilos de vida es visto de forma superficial: según el film, hay dos tipos de personas, están los que se hacen preguntas y los que viven de las apariencias. Momentos delirantes como la conversación con la familia que adopta un africano, la escena de sexo en el barro, el golpe en la cabeza con una pelota y la escucha de grabaciones que hace Jude Law se cuelan dentro de una monotonía visual que ni los apuntes surreales pueden sacar. Russell continúa en un lugar incómodo. Quiere hacer crítica social desde el formalismo visual contemporáneo.