Melodrama en el que un adolescente huérfano se enamora de una amiga de la infancia en un pueblo del sur de Francia en la década de 1930. Rivette adapta la primera parte de Wuthering Heights (1847) de Emily Brontë relocalizando la acción. El material le permite captar la desmesura de los sentimientos y la exuberancia de las emociones a través de una puesta en escena orgánica en la que se destaca el uso de los colores y los decorados. Lo que plantea al final el film es un tipo de amor imposible, sobrenatural, en el que una persona es la otra.
Pocas veces la inclusión de secuencias de sueños ha tenido la capacidad de afectar la dinámica de una película tanto como en este film, pese a estar claramente delimitados y ubicados. Los tres sueños, al principio, en el medio y al final de la película le dan una atmósfera de cuento de fantasmas que altera el (por lo demás) bastante lineal desarrollo de los acontecimientos. Al desarrollarse en el mismo espacio y con la misma cadencia de las acciones, pero ilustrando los profundos deseos de los personajes, logran acceder a lo subterráneo de la historia sin siquiera cambiar el punto de vista.