Cuento de terror en el que tres jóvenes (dos americanos y un finlandés) de vacaciones por Europa van a parar a un hostel que funciona como fachada de un juego de cacería humana en Eslovaquia. Roth redobla la apuesta de su ópera prima al mostrar la mayor cantidad de sexo, droga, violencia, gore y torturas que la clasificación R puede permitir en el cine americano actual. El film se sostiene en la planificación con la cámara bien cerca de los actores, en la irreverencia narrativa y en el clímax enfermizo en un edificio abandonado. Pero todavía Roth no resuelve el conflicto de intereses entre la comedia bufa y la violencia híper realista, entre las pretensiones de independencia y su afición por Hollywood. El film impacta y perturba, pero no asusta o shoquea. Temáticas como la pérdida de la inocencia, el castigo por la transgresión o el nuevo sadismo institucionalizado apenas quedan enunciadas. La concepción utilitaria del sexo y la violencia, el individualismo como forma de incomunicación y la ausencia de expresión son síntomas del nuevo horror que el film oportunamente explota. Si bien tiene para mejorar, Roth sacude la cartelera del cine de terror americano.