Thriller de ciencia ficción en el que un científico se somete a un experimento de invisibilidad que sale mal en Washington. Paul Verhoeven utiliza la premisa del hombre invisible como punto de partida para una orgía de sangre, sexo y voyeurismo en lo que en principio era un producto de encargo que viene a ocupar el lugar en la taquilla que el año pasado tuvo Deep Blue Sea (1999). El guión hace bien en plantear la pregunta del what if… y tampoco tardar en responderla. Se olvida de los aspectos científicos (la secuencia de explicación en blanco y negro es imperdible) y politicos del caso, pese a una breve escena en el pentágono. La película está dividida en dos partes: la presentación de los personajes con los experimentos en la que Verhoeven se muestra más sutil que de costumbre. Y el enfrentamiento en el laboratorio que se plantea como un violento juego de cacería. Los cinco asesinatos crueles muestran que la muerte nunca es bella (un ahogado en la piscina, una negra ahorcada, un sangriento degollamiento, un cuerpo quebrado y un palo clavado, a lo que hay que agregar un perro muy maltratado). Quizá se extraña la ironía o la profundidad de otras veces, pero Verhoeven termina componiendo una sucesión de impresionantes imágenes fantásticas. La única falla es el final previsible. Los efectos especiales visuales dan a la invisibilidad un tiente más carnal. Se ven los músculos y los órganos durante el proceso.