Thriller en el que un padre busca recuperar a su hijo secuestrado por error por un asesino de la mafia en Estados Unidos. Lustig glorifica a los personajes más ordinarios y vulgares posibles (hasta la jueza no se salva) y la orgía de violencia (Lance Henrikssen interpreta a un asesino brutal) es una reivindicación del entretenimiento más trash (mucho antes que Tarantino). El film destruye algunas convenciones genéricas: el montaje paralelo entre las escenas de juicio y la persecución de autos, el policía que toma justicia por mano propia frente a todas las cámaras. La genial resolución en la que le mafioso acaricia al hijo y el protagonista cambia el número de la casa expresa la dualidad moral del relato.