Comedia dramática en la que tres personas emprenden por separado un viaje a la Patagonia. La sensación de extrañamiento que genera la elaborada fotografía con los personajes mundanos sólo dura unos minutos. Sorín termina haciendo una explotación de la humildad y una apropiación utilitaria del neorrealismo y del minimalismo (todo lo contrario a Ozu o Bresson). Sorín ya sabe lo que va a conseguir de antemano y si descubre algo, lo más probable es que no se dé cuenta. Que ya en el siglo XXI un esteta publicitario utilice el neorrealismo es un acto de complacencia y maniqueísmo. El retrato de los buenos sentimientos y el dibujo de personajes definidos por su condición (la madre adolescente, el abuelo, el vendedor) lo único que hacen es evadir el conflicto. La bióloga bondadosa que ayuda al abuelo es el peor personaje puesto en el cine argentino en la década de 2000. Tal vez la crisis de 2001 explique el oportunismo de su realización (el retorno a las cosas simples y cotidianas) porque ya desde título la película parece pedir disculpas.