Aventura en la que un grupo de cazadores busca animales salvajes para zoológicos en el sudeste de África. Luego de haber hecho tal vez su obra maestra, Rio Bravo (1959), Howard Hawks realiza uno de sus películas más bellas, poéticas y relajadas. La levedad de los conflictos y la trama no es un impedimento para filmar las extraordinarias escenas de acción con un realismo extremo: son los propios actores los que cazan a los animales a campo abierto. Pero ese es sólo uno de los méritos de este film. La cooperación en la relación entre los humanos y animales hace que en muchos casos intercambien roles y la frontera entre el adentro y el afuera sea cada vez más difícil de delimitar. Una de las imágenes más bellas es aquella en que una pareja baña a la hiena con la manguera. Tal vez John Wayne no sea el actor más adecuado para los interludios sentimentales. Por lo que la historia de amor principal carece de suspense y tensión, pero en ningún momento trata de ocupar más espacio del que le corresponde.