Slasher fantástico en el que en una estudiante repite el día de su muerte en manos de un asesino enmascarado en el campus de una universidad de los Estados Unidos. El tema del time-loop no es nuevo en el cine de terror. Vincenzo Natali lo utilizó recientemente en Haunter (2013). Incluso hay antecedentes en el terreno del slasher como Camp Daze (2005), pero aquí Christopher Landon encuentra una zona de confort, una libertad, un sentido del juego que pocos films de terror adolescente han podido lograr últimamente. El punto fuerte no está en el gore o la truculencia, sino en recuperar inteligentemente uno de los primitivos encantos del subgénero: el misterio por la identidad del asesino. La película tiene hasta tiempo de bordear la comedia romántica, con una atractiva variante del esquema chica-conoce-chico. La parte más despreciable del guión es la transformación moral de la heroína, aunque seguramente será la que el público más aprecie y una de las razones del moderado éxito comercial de la película. Y Jessica Rothe muestra versatilidad para ser convincente en las dos facetas. A favor del primer movie-montage que muestra rápidamente la sucesión de muertes a causa de los sospechosos que la protagonista elige se puede decir que da ganas de que esas escenas tengan más desarrollo. Es cierto que la película no termina siendo muy aterradora, pero nunca deja der ser entretenida.