Drama en la que la vida de un grupo de individuos se cruza alrededor de una familia de New Jersey. El film está construido sobre una ironía extrema. Desde el título hasta el brindis con la familia reunida, pasando por la filiación genérica (es una comedia que no genera risas, es un drama en el que se disfruta con el sufrimiento ajeno). Todo recurso utilizado (la música, las canciones, la fotografía, los decorados) están en clave irónica, especialmente los diálogos. Solondz, al igual que Preminger, Fassbinder y Waters es sabedor que con la ironía muchas veces se puede encontrar la verdad y que algunas veces es la mejor forma de mostrar las cosas. Por lo que la relación del padre pedófilo y del hijo preocupado por acabar, resuelta con una sobriedad hiriente, hay real empatía y complicidad. El film está en un punto medio entre la crudeza y crueldad sobrecogedoras de Welcome to the Dollhouse (1995) y la caricatura que termina comiéndose a los personajes de Storytelling (2001). Si bien puede emparentarse con Short Cuts (1993), Your Friends & Neighbors (1998), Magnolia (1999) o American Beauty (1999), difiere en el tono, la estructura y las intenciones. Pero comparte cierto post moralismo a la hora de describir un estado de cosas sin tomar partido o proponer salidas que poco tiene que ver con el cine de la década de 1970 de Bergman, Cassavetes o Rafelson. La contención de Dylan Baker y la dicción de Lara Flynn Boyle sobresalen dentro de un reparto excelente. Sin embargo Solondz no puede controlar la provocación y la explicitud en la resolución. El film pierde la sobriedad anterior, pero tal vez ahí esté su gran ironía.