Policial en el que un detective perseguido por la mafia hace un viaje con su esposa enferma de leucemia en Japón. Kitano hace un ejercicio de estilo que le permite combinar el molde de género policial, la base melodramática de la historia, las alteraciones temporales del relato y las fugas poéticas de la puesta en escena. Tal vez no sea su mejor film, pero sí uno de los más representativos de su estilo. La utilización de los silencios, el uso imprevisible de los espacios y la forma de montar los planos que dan una sensación de ensoñación constante. De allí que las imágenes de cuadros que puntúan el film, los tiroteos ralentizados de los flashbacks y la utilización del humor y los gags visuales se acoplen con naturalidad al relato. La panorámica del mar y el cielo (la línea del horizonte a la mitad de la pantalla) con el sonido de los disparos del arma en off visual es la única conclusión posible. Kitano es capaz de rescatar la estética de Ozu en un género y en una época totalmente diferentes.