Secuela de Halloween (2007) en la que Michael Myers continúa su masacre un año después en un pueblo de Illinois. Parece que a Rob Zombie le gustó tanto su criatura que vuelve con una secuela inevitable. Pero el film poco puede aportar a su obra y a la saga reiniciada. Si bien conserva algunas de sus marcas de estilo (la fotografía cruda y granulosa, las familias dementes y disfuncionales) y agrega una veta surrealista que conecta con el terror europeo de Dario Argento y Jean Rollin, no puede evitar caer en el cinismo. El principal inconveniente es el vacío de los personajes. Scout Taylor Compton traumada, Malcolm McDowell egocéntrico y Michael Myers alucinando con su madre son maquetas carente de vida. Después, el largo prólogo sigue la misma estrategia que Friday the 13th (2009), los 17 feroces asesinatos esquivan la explicitud, la música de Tyler Bates con sonidos indescifrables está diseñada para alterar los sentidos y la resolución se dilata más de lo esperable, por lo que el film pierde toda gracia. El problema de Rob Zombie en el mainstream es que su ruptura de reglas pierde el carácter experimental.