Cuento de terror en el que un camarero alcohólico y recién separado de su novia conoce a una misteriosa chica que podría ser una vampira en New York. Fessenden acierta en el tono realista, naturalista y en el fondo ambiguo hacia lo fantástico de su film. En la película no hay ningún suceso sobrenatural en sí. Apenas subraya los mitos del vampirismo en algún insert y todo lo que ocurre puede ser sólo una construcción mental del protagonista. Así, la historia profundiza otras temáticas (la alienación urbana, la búsqueda de emociones fuertes, la pasión sexual y amorosa) mucho más concretas. Por momentos el film alcanza una inquietante atmósfera, no tanto por la amenaza física que supone la presencia de la mujer sino por el miedo a afrontar una decepción sentimental más fuerte. Hay que destacar la fotografía en 16 mm con iluminación natural, el rodaje en las calles con cámara al hombro y un par de secuencias de alucinaciones o pesadillas que entran en la percepción alterada del protagonista. De la nueva ola de vampirismo revisionista, Nadja (1994), The Addiction (1995) y Vampires (1998), tal vez sea la propuesta más original, modesta y valiente. Fessenden encuentra en el género de terror el lugar para hablar de sus demonios personales.
Lo bueno de las películas de terror de Fessenden es que parten desde otro lugar para llegar a la raíz de toda historia de horror. Por eso no hay sensación de déjà vu ni un juego autorreferencial con el género. El film se presenta como un estudio de personaje (a la manera de acercamientos al género de Polanski o Cronenberg) con el agregado de que el propio Fessenden interpreta el papel protagónico (Truffaut y Fulci también han hecho maniobras similares). La descripción del personaje no puede ser más patética: su afición por el alcohol, la confusión del abrigo en la fiesta, el quedarse dormido en el subte, su edificio en ruinas, su departamento desordenado, la ayuda a la mudanza de su ex novia que todavía se preocupa por él. Fessenden va puntuando con el montaje algunos detalles que acentúan la sensación de desasosiego, siempre en términos puramente realistas. En ese contexto, aparece y desaparece la chica que poco a poco empieza a comerse (literalmente) a su personaje. Fessenden filma la escena en que la chica lo descubre llamando a su ex novia como una auténtica escena de horror (destacar el detalle que no incluye ningún susto, sino que el espectador la ve antes que él). El clímax sí se parece más a una película de terror y conecta con el trayecto autodestructivo de los films de David Cronenberg.