Tardía secuela de Gremlins (1984), ahora ambientada en el edificio de una gigantesca corporación de New York. Dante reemplaza la simpleza de la historia del original por una comedia desquiciada de principio a fin. Los gremlins ahora son mucho más numerosos, incluso hay una femme fatale y otro que habla, y están decididos a convertirse en las criaturas más anárquicas del cine de los últimos tiempos. Pese al desparpajo, la falta de pretensiones y el hilo conductor demasiado fino que transita el humor, la película increíblemente nunca descarrila.
Dante finalmente acepta hacer una secuela de su película más exitosa en la taquilla con la condición de disponer de absoluta libertad. Warner aceptó poner a disposición un presupuesto generoso, pero terminó estrenando el film el mismo fin de semana que Dick Tracy (1990), solamente para evitar que la película de Disney desbancara a Batman (1989) en la recaudación el año siguiente. El film pinta un panorama horroroso de las corporaciones de fin de siglo: precarización laboral, controles cuasi fascistas, diversificación de la producción (que va de programas de televisión a investigación genética). En ese sentido la aparición de los gremlins es cuasi revolucionaria en el sentido de que es capaz de destruir todo ese supuesto nuevo orden, número musical con coreografías y quemadura de película en el proyector incluidos.