Comedia dramática en la que una adolescente recién graduada del secundario planea irse a vivir con una amiga y conoce a un coleccionista de vinilos en un pueblo de los Estados Unidos. Adaptación del comic de Daniel Clowes. A partir de un estilo visual tan simple como refinado (planos enteros y abiertos, excelente trabajo con el color y la iluminación), Zwigoff se distancia de la mera caricatura de freaks queribles y de los cronistas del tedio del americano medio para profundizar en las emociones de sus personajes. El cambio de tono es bien marcado entre la comedia ligera excéntrica del arranque y el drama sobre los problemas de la madurez, la adaptación y el vacío existencial de la segunda parte. El film plantea una reflexión sobre los fantasmas en la vida que se encierran sí o sólo se fijan en los demás, pero que en uno u otro caso quedan atrapados en las apariencias que los contienen. Esos travellings laterales que siguen a los personajes sin rumbo por las calles no hacen más que remitir al Antonioni de la década de 1960. Con una frialdad, una crudeza y una capacidad de síntesis sorprendentes Zwigoff logra momentos graciosos y tristes a la vez. Valió la pena la espera para el debut en la ficción del director del documental Crumb (1994).