Cuento de ciencia ficción en el que un joven pinta grafitis con mensajes políticos en una sociedad totalitaria del futuro cercano. Es poco lo que Alexandre Aja puede sacar de las cuatro páginas del cuento Graffiti de Julio Cortázar en que se basa, de las locaciones marroquíes que sirven de escenario de esta sociedad y de unos personajes que sólo responden al estereotipo. Pero tampoco hay que ser tan exigentes con un director de tan sólo 20 años. Al menos la película tiene la valentía de afrontar el tema de la tortura (en el último tercio del film) sin ahorrar detalles, de plantear el tema del corte con los mandatos familiares y de incursionar en la ciencia ficción en un cine (el francés) poco propenso a este género. No deja de ser paradójico que el terrorismo de estado, la persecución política y la tortura (que tienen concretos referentes históricos) sean matizados en una simple historia de amor y de heroísmo. El film falla al presentar el conflicto (el texto y la voz en off que explican la situación), al dibujar los personajes (carentes de matices) y al darle frescura a la historia de amor. Es como si Aja no tuviera confianza en las imágenes y en el espectador. La banda sonora del australiano Brian May, con pequeña orquesta y guitarra eléctrica, resulta molesta e intrusiva. Tampoco la traición familiar y la trama de espionaje paralela tienen suficiente peso para convencer. Furia es un modesto cuento de serie B que ni siquiera con algunos guiños de prestigio puede escapar al olvido.