Comedia dramática en la que una niña de 12 años vive con sus padres divorciados en Buenos Aires. Caetano da un giro en su obra. Del realismo sucio y del anclaje en los géneros pasa a una fábula agridulce con cierto gusto por la libertad visual y narrativa. Pero aún no puede resolver los dos problemas capitales de su cine: la mirada condescendiente a los personajes y el estilo que se consume a sí mismo en un humor socarrón. Lo que queda es un juego (a criterio de cada espectador) de aciertos y virtudes (el poema de la secuencia de créditos, la fragmentación del espejo de la familia, las variaciones de tono de drama y comedia, el final de fantasía feliz) que no lucen todo lo que podrían y de errores y defectos (Natalia Oreiro empleada doméstica, la hija que no se parece a sus padres, las fotos de celulares poco felices, la secuencia de renuncia al trabajo) que molestan más de lo que deberían. Aun así, es loable la apuesta por el riego y el esfuerzo de Caetano por tratar de reinventarse, aunque no abra demasiadas esperanzas para el futuro. Se nota que Caetano no está cómodo en el “nuevo nuevo cine argentino”.