Policial fantástico en el que un joven con amnesia sufre alucinaciones e investiga su pasado como criminal en el puerto de New Orleans. Adam Gierasch hace un cruce entre el policial negro y el cine de terror que bien podría remitir al David Lynch de Lost Highway (1997). Incluso su protagonista (Callum Blue) se parece bastante a Bill Pullman. Más allá de que las alucinaciones terroríficas son tan efectistas como decorativas, el film arranca bien. Con un ritmo pausado, una premisa misteriosa, una dosis de sexo bastante alta y una fotografía en 35 mm (una rareza para estos tiempos) la película prometía. Pero como ya es una constante en la obra de Gierasch, en la segunda parte se viene a pique. Ya sea por los problemas en el manejo del punto de vista del relato, por la alteración de la linealidad narrativa a partir de la aparición de un doble del protagonista que nada aporta, por los innecesarios flashbacks de recuperación de la memoria o por un clímax facilista y vergonzoso. Es como si los realizadores se hubieran quedado sin presupuesto y tuvieron que resolver la escena final con una conversación que trata de reemplazar lo que originalmente tenían planeado filmar.