Melodrama en el que un jugador de beisbol al borde del retiro enfrenta problemas de pareja en Detroit. El film está narrado a partir del último partido del protagonista contra los New York Yankees y de los flashbacks que cuentan la relación sentimental con su actual pareja. Raimi hace un fastuoso esfuerzo por darle cierta progresión narrativa, siempre bajo las normas de los films de romance de Hollywood (pese a que al principio juegue con las riendas un poco más sueltas) y por transmitir emociones (pese a la previsibilidad del guión). De a ratos lo consigue. Lo llamativo es que uno de los profetas del cine de terror excesivo y delirante de la década de 1980 haya apelado al clasicismo, a la belleza y a la tradición del deporte cuando la moda actual es la autocrítica supuestamente provocativa de American Beauty (1999) o Any Given Sunday (1999). La forma de visualizar los partidos (el protagonista se abstrae del estadio cuando está por lanzar, el duelo lanzador-bateador adquiere nuevas formas) termina siendo lo mejor del film. Lo peor, la duración (137 minutos). Pese a que en la resolución se presentaba una atractiva dicotomía, el film se decanta por lo obvio. El deporte y el amor son tan bellos que hay que elegir. El film es un entretenimiento carente de pretensiones.