Drama en el que un estudiante negro del Bronx entra a una exclusiva escuela de Manhattan y entabla una relación con un escritor recluido. Van Sant continúa su paseo por Hollywood con un guión que repite la fórmula de Good Will Hunting (1997), aunque esta vez está resuelto con más aplomo y dignidad. Tratando de reparar el descalabro de Psycho (1998), realiza su film menos personal y más accesible. Sigue la fórmula al pie de la letra del drama adolescente hollywoodense con pretensiones, es decir, juntar dos personajes antagónicos que de a poco se irán comprendiendo, los problemas de adaptación a la nueva escuela, escenas de basquetbol para amenizar la función, coqueteos inocentes con la hija del director y un profesor villano muy malo cuya misión en la vida es que fracase el protagonista. Pero Van Sant no subraya estos elementos en ningún momento y por eso los hace más digeribles. En algunos rasgos y actitudes del protagonista, su desencanto, su falta de iniciativa y su aislamiento, podría haber encontrado un lugar propicio para explorar. Pero entonces estaríamos hablando de un film completamente diferente. En su reemplazo nos tenemos que conformar con las frases de cajón de Sean Connery, con algunas demostraciones innecesarias del talento del protagonista y con una resolución con olor a Scent of a Woman (1992) que empañan el resultado final. Al menos un film que descansa en la palabra y las actuaciones algún mérito debe tener en el panorama actual del cine americano. Van Sant ocupa tiempo y metraje a la espera de mejores proyectos.