Melodrama en el que una mujer descubre que su esposo es homosexual en un pueblo de Connecticut en la década de 1950. La esplendorosa fotografía de Edward Lachman y el exaltado uso de los colores están en contraste perfecto con los sentimientos de los personajes. Haynes agrega un principio de historia de amor interracial entre la ama de casa protagonista y su jardinero negro, obviamente muy mal vista por la sociedad de la época. En consecuencia tenemos el racismo y la homosexualidad, dos tabús insuperables para la época. Pero lo que realmente importa es el padecimiento de la mujer que cree vivir en un paraíso que no tarda en derrumbarse. Si bien por momentos la película puede parecer artificial o recargada, las emociones nunca pierden su autenticidad. El retrato que hace de la protagonista tampoco es complaciente, especialmente cuando decide despedir al jardinero para después arrepentirse. Se destacan las melodías de Elmer Bernstein que acompañan pero nunca molestan el discurrir del film. El cambio de estilo es una agradable sorpresa para Todd Haynes que lo confirman como una de las voces más importantes del cine americano contemporáneo.