Secuela de The Exorcist (1973) en la que un sacerdote investiga la muerte del padre Merrin y encuentra al exorcista del original. La película funciona mejor como film de aventuras (por el enorme poder visual del segmento en África) que como film de terror. Pero tiene demasiados puntos en contra, el involuntario sentido del humor de la secuencia de hipnosis, la mala utilización de los montajes paralelos y un clímax espantoso de puro efectismo, como para poder tomarla en serio.