Drama en el que una madre soltera consigue un trabajo en el estudio de un abogado y ayuda en la demanda a una compañía eléctrica por la contaminación de una pequeña comunidad de California. Soderbergh definitivamente desciende a la vulgaridad de Hollywood, abandona cualquier pretensión de independencia y es incapaz camuflar a su producto, por más de que haga lucir a Julia Roberts como white trash. Más allá de que incluya cambios de tonos y de colores en la fotografía, de un afortunado uso de los fundidos y de algún que otro jump cut, el film perfecciona la técnica del contraplano redundante que estupidiza todas las escenas. Al igual que su protagonista, nunca cuestiona el sistema o los valores, sino que los reproduce pese a que parezca lo contrario. En el fondo, la película termina siendo otro de esos films falaces y demagógicos que tanto le gustan a la Academia. Cuando entra en la curva descendente del testimonio de las víctimas de la contaminación y de la relación con el motoquero bonachón la última hora se vuelve una tortura. Sólo para destacar algún gesto o mirada de Albert Finney y la sutileza de la banda sonora, pero no alcanzan para compensar. Si Soderbergh se sentía orgulloso de Out of Sight (1998), después de esto no puede ser tomado en serio.