Aventura en la que Hércules hace un viaje en busca de una piedra preciosa para salvar a una princesa en la antigua Grecia. Bava imprime un sorprendente clima gótico a la descripción del infierno y a la secuencia de la aparición de los vampiros. El tono está más cerca del terror que de la aventura. Al film lo recorre un halo de romanticismo que tampoco queda fuera de lugar.
Bava incursiona en el peplum y, a partir de una puesta en escena sencillamente impresionante en el uso del color y las luces, lo lleva a su terreno. Si narrativamente el film no tiene la fluidez que el género de aventura requiere, es porque las imágenes son demasiado bellas, demasiado cargadas para llegar a la abstracción y la simpleza. La escena final con los cadáveres que reviven le dan el toque terrorífico y malsano. No están tan lejos de experimentos radicales de la época en el género de terror como el de Jigoku (1960).