Drama en el que un joven artista busca de una chica que conoció seis años atrás en Estrasburgo. El film es un ejercicio formal de una belleza indudable, paraíso de la observación e invitación a no parpadear en ningún momento. Guerín muestra un dominio visual a la altura del De Palma más inspirado. La historia retoma la idea del amor que genera una brecha en el tiempo de Dracula (1992) de Coppola. Si bien la resolución puede parecer desoladora, está en la memoria la capacidad de adaptación.