Drama en el que dos sacerdotes y una asistente social luchan por resolver los problemas de una villa miseria en Buenos Aires. Trapero continúa explotando el realismo social y el coqueteo con los géneros. Pero la fórmula ya parece gastada. Principalmente porque Darín puede estar bien, pero… ¿no había otro?, el manierismo de la puesta en escena queda fuera de lugar y las costuras del guión se hacen demasiado evidentes. El film cae en el miserabilismo latinoamericano for export. Al tratar de abarcar varios frentes (el retrato de las condiciones de vida de la villa, la trama de narcotráfico que involucra a la policía, los dilemas morales de los curas) uno se pregunta: ¿no hubiera sido más honesto un punto de vista más acotado para el relato? Trapero necesita una renovación, ya sea adaptar material ajeno o buscar nuevas geografías.