Secuela de Gritos en la noche (1962) en la que el doctor Orloff sigue haciendo experimentos y ahora controla la mente de un asesino en un pueblo de Austria. El film es una extraña curiosidad. La trama mezcla una actualización del mito de Frankenstein con monstruo de aspecto normal y una maraña de secretos familiares (que recuerdan a los dramas de Torre Nilsson). El refinamiento de la puesta en escena de Franco es comparable al de Mario Bava y Riccardo Freda. Aunque la película no logra asustar, la resolución es trágica.