Historia de amor de una prostituta adolescente y un abogado que vive en una casa rodante en Buenos Aires a fines de la década de 1990. Subiela trata de simplificar sus recursos y pulir algunos defectos. En el camino encuentra un poco de autenticidad. Si el escenario de la historia dista de ser el ideal (el retrato de la villa miseria, la violación, el asesinato, década de 1990 = sida), el film supera los límites de la manipulación para convertirla en despropósito. Pero la estilización de la puesta en escena sirve para atenuar ese despropósito. Y por primera vez Subiela encuentra una actriz (Sofía Gala) capaz de recitar sus diálogos sin caer en el ridículo. De tal manera que surgen momentos de extraña belleza y auténtico humor (la conversación cuando la pareja se conoce, la decisión de comprar forros) y las vicisitudes de la trama (enfermedad, tratamiento) quedan en segundo plano.