Secuela de El lado oscuro del corazón (1992) en la que el poeta argentino se enamora de una trapecista en Barcelona. Si la obra de Subiela ya acusaba un marcado deterioro después de Últimas imágenes del naufragio (1989), ahora llega al terreno del despropósito. Si en un principio la actualización del personaje y su viaje a Barcelona pueden causar simpatía, el film no tarda en estancarse con las escenas de la trapecista en el circo y el dilema del paso del tiempo. Allí tenemos la exposición del peor Subiela: los diálogos “poéticos”, la música redundante, la fotografía berreta, la historia de amor insulsa. Ni la incorporación de Ariadna Gil se salva. La resolución con boda e hijo es el colmo de la pedantería por innecesaria y conformista. Subiela definitivamente tira la toalla. Ya es una parodia de sí mismo.