Cuento fantástico en el que un marinero francés debe entregar un misterioso paquete en Buenos Aires. Santiago vuelve a filmar en Argentina después de más de cuatro décadas, pero esta vez no cuenta con la colaboración de Borges y Bioy Casares en el guión. Su film cae en la trampa de cierto cine fantástico que se cree sutil y elegante, pero no pasa de ser un mero policial insípido. La decisión de utilizar una fotografía descolorida no es muy feliz y la utilización del tango como banda sonora es apenas decorativa. El segmento que describe la obra de Cándido López es tan bello e instructivo como narrativamente nulo.